jueves, 6 de enero de 2011

Capitulo II


(El primero fue censurado)

Era una tarde de septiembre. De esas en las que uno dice “Caray, debería empezar a estudiar” pero no lo hace hasta bien entrado diciembre, o así. Ella (la tarde) se dejaba languidecer en el sofá, y entretanto yo me dedicaba a luchar batallas perdidas, mandando mensajes de amor a miles de chicas, ansioso por encontrar una pizca de sentimientos en la marabunta de pornografía que es la red de redes.

Sucedió entonces que alguien recogió mi mensaje en una botella, lejano y distante, y lo abrió con todo el primor de sus finas manos. El mensaje de respuesta decía tal que así.

“Tú lo eras todo para mí.”

Pero me desperté, y todo había sido un sueño. Un sueño de diciembre, cuando la tierra está muerta y el cielo se entretiene en descargar su ira sobre su cadáver. La pegajosa sensación del sudor por una noche agitada se confundió con el olor de mi ropa, a tabaco y a alcohol, a garito de mala muerte, a noche absurda y sin sentido, a triste degeneración mental.

Estoy seguro de que cuando vayan por esta parte de la narración los lectores estarán asqueados, tendrán ganas de dejar el libro, querrán a un protagonista más humilde, quizás con un narrador en tercera persona que sacara todos mis defectos de mis arteras palabras.

 Entonces que no se preocupen, que cierren el libro y se vayan. Pueden dejar de leer esto, leer es inútil, y ya hablaré de esto más adelante.

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