sábado, 31 de marzo de 2012

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[¿Advertencia? No, y un jamón... El mes se acaba y like always tengo que soltar cualquier chorrada que tenga a mano. En este caso, una de paraguas del Ikea que se creen paracaidas de RyanAir. Acomódese con su arroz tres delicias en frente del monitor y lea aténtamente]

Hace poco me monté en un avión y sonó por el altavoz:

"gracias por viajar con RyanAir, le informamos que este avión hará escala en el aeropuerto de Frankfurt-Hahn, ruego se abroche el paraguas para cuando suceda dicho acontecimiento"

A uno se le queda carita de estar pensando si es un ser humano o si es una ración personal interesante pero lo cierto es que, aquí donde me véis, sigo siendo un ser humano.

Me instalé el paracaidas como ordenó el fulano y desde ese instante me dediqué a ser rebaño. Entonces encontré un momento en el que to el mundo estaba "pallá-paká", "queteín-quetepán" y "arokeji-aroaro"; algo muy típico, por cierto, entre gente que no tié ni puta idea de cómo de larga es la hoja de Damocles, que oscila colgada de una fibra de wolframio electrificada (joder qué pro soy..!), sobre sus putas cabezas.

<<(Vivís con la consciencia en el culo)>> Y es normal, solo puedes mirarte a los ojos con la ayuda de un espejo o de una foto. Por lo tanto, la autoestima se desliza desde la mente hasta eso: hasta el culo.

Me llaman "el paracaidista" y no precisamente porque me guste viajar con RyanAir (que también) o que en su defecto me lo ordene un fulano, no, sino porque tengo las agallas de saltar de un avión que surca las nubes y al final del final del final después de todo y del blablabla de los quetepín, quetepán y de los pallá, paká: NO ME LA PEGO.

Ahí queda eso.

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