miércoles, 10 de octubre de 2012

Ataraxia.


Tal vez la más hermosa canción de amor jamás escrita (con permiso del robusto bolero 'Contigo aprendí' o del eterno tango 'El día que me quieras'-versos que te recuerdan que aún podrías matar por amor-) sea 'Woman' que le hizo John Lennon a su esposa Yoko Ono en lo que resultaría ser su último disco, 'Double Fantasy'. Aunque la destinataria se sepa inherente no podemos olvidar que versos como "please remember my life is in your hands" son de un poder tan universal para asociar el ruego infantil de un amante que se sabe frágil ante su amada que ese 'Woman' es el nombre de todas las mujeres (como nos recuerda Luis Alberto de Cuenca respeto a la musa). Porque para la segunda persona del singular queda abierta la veda de la personificación: a Dante no se le constata relación carnal alguna con Beatrice ni necesitamos apellidar crípticamente a la mujer que hace crujir a Borges para derretirnos al leer:"Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca/ aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbaq".

Michel Foucault reflexionó en su libro ‘Estética, ética y hermenéutica’ sobre la muerte a lo largo y ancho del término. De él extraemos el siguiente extracto:«Lo que constituye el valor particular de la meditación acerca de la muerte no es sólo que anticipa lo que la opinión representa generalmente como la mayor desgracia, no es sólo que permite convencerse de que la muerte no es un mal; dicha meditación agradece la posibilidad, por así decirlo, por anticipación, de una mirada retrospectiva sobre la propia vida. Al considerarse uno a sí mismo como a punto de morir, se puede juzgar cada una de las acciones que se están emprendiendo en su justa valía. La muerte, decía Epicteto, sorprende al labrador en su labranza, al marinero en su navegación: “Y tú, ¿en qué ocupación quieres ser sorprendido?”. Séneca considera el momento de la muerte como aquél en el que podría de algún modo constituirse en juez de sí mismo y medir el progreso moral alcanzado hasta ese último día. En la carta 26, escribe:“Acerca del progreso moral que haya podido hacer, lo confiaré a la muerte…Espero el día en que me constituiré en juez de mí mismo y conoceré si tengo la virtud en los labios o en el corazón”.»

Claro que quien resumen las anteriores discusiones sobre los eternos temas vitales es Woody Allen al comienzode 'Annie Hall': «¿Conocen este chiste? Dos señoras de edad están en un hotel de alta montaña y dice una: Vaya, aquí la comida es realmente terrible. Y contesta la otra: Sí, y además las raciones son tan pequeñas... Pues, básicamente, así es como me parece la vida . Llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza... Y sin embargo se acaba demasiado deprisa. »
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