jueves, 4 de octubre de 2012

Estilo


- He comprendido que la paz es el juego sucio del que en la lucha no tiene nada que ganar salvo alguna que otra polla grande para presumir en casa. Ya saben que el polvo rápido no es una elección. La alternativa tiene contraste en la profunda quietud de una tierra inerte acostumbrada al sudor frío. Y sin embargo con Europa también mojé las sabanas, alterado por una calma tan liviana como el profundo desierto. Europa, queridos míos, me dio la calma en comprimidos caros, de dosis ligeramente inferiores a la muerte. Experimenté placer con puntualidad inglesa. Vitalidad en cada aguja limpia. Créanme, la higiene del yonqui europeo carece de explicación alguna, simplemente desean el acondicionador entre las tetas de mamá. Por lo visto mi vida se decantó por la suerte. Quizás nunca fui educado como judío y lo que bebí, se precipito al vació de asfalto en la noche. Fui nombrado huraño por la mano de acero y comandante por la garganta quebrada con gritos y respuestas del crack. He muerto y he vuelto a nacer como adicto de origen claro sin raíces. He vuelto a la mano negra, a la familia, al simple chute del gueto. He vuelto a Israel.


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