viernes, 9 de noviembre de 2012

Es el recurso (I)


Sólo, acojonado y ensartado por una certera estocada que le había deshecho con el único flanco de una firma que sentenció la huida sin retorno. Fue así como dejó a la chica rubia con su buen polvo de invierno jodido por la lluvia.
Volvía a ser el voraz insaciable de otro tiempo. Un imberbe primerizo sediento de experiencias proclives a un final siniestro que alguien llamo amor. Buscaba el sexo, lo hacía como un perro duro apaleado con buena mano. Pero él no ladraba. La rabia le había consumido desde dentro. Era un hombre vacío con ganas de una buena juerga.
Decidió alistarse en el ejército para meter en su boca la polla de algún muchacho asesino. No tuvo suerte. No estaba preparado porque nunca fue un hombre. Si quedaba rastro acabó con él en las letrinas junto a su mierda. Estuvo pensando en volver con la rubia fingiendo una desolación que aún recordaba en las viejas canciones. Como aquel que se excusa en el dolor de estómago para meterse heroína en vena.
El alquiler y el abogado. El abogado y el alquiler, todo era tan estúpido que pensaba en la locura. Pero él era  un auténtico caballero que jugaba a ser rico. Lo perdió todo en el ultimo desagüe de un motel barato.
Una noche vio a la virgen, jugaron un rato y luego echaron un buen polvo. Era la piedad, la única mujer que se preocupó por él en primavera. Le pagó el doble y ella se fue pronto. Luego siguió sólo como un solitario.
Dejó de buscar empleos y algo después solo podía masturbarse con pornografía blanda. Era un auténtico errático demasiado ocupado en el rumbo. También abandonó el rumbo cuando dejó de ser errático. Terminó esperando el pan de los domingos mientras soñaba con zapatos. Se hacía llamar Quevedo y se colaba en fiestas donde se le esperaba. Había putas y lameculos. Él les daba teta a todos, especialmente a Roxy. Los reunidos hablaban cuando tenían algo que decir. Él charlaba por todos. Los veía atentos, ensimismados con su mundo de riqueza y libertinaje. Todos le adoraban. Había que poner buen alcohol.
Y allí apareció la rubia. Gastada como un cepillo para liendres. Con su sonrisa boba. Ahí estaba la rubia tras un vestido que aparentaba estilo para apretar bien su conejo. Él se deshizo pronto de la multitud y la besó.
(...)
- Tienes mal aspecto ¿Te encuentras mal?
- Bonita tengo algunas molestias... Me temo que debe ser algún cáncer de páncreas.

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