¿Veis a ese desecho de caballera espesa?
Parece abrigarle una profunda necesidad de
sacrificio, autocontrol y hambre.
Es difícil volver sobre algo desordenado con
lo que te sientes satisfecho. Igual a estar encerrado en una habitación donde
ningún analgésico mitiga el dolor ante la ausencia de un amor disperso.
Nunca ha podido elegir la clase de libros que
quería escribir, o los poemas, o las mujeres a las que quería amar o las vidas
que deseaba vivir.
Lo malo no son sus quemaduras sino lo inane de su
cicatriz.