viernes, 5 de julio de 2013

Polaroid de la rehén o la actriz.

  
 Tras la alegría del conocimiento se hizo carne la iluminación de la materia hecha en ti.

   No hay suficiente colágeno ni miel en otros labios como para poder despistar esta singular tendencia de mis colmillos para satisfacer su propia apetencia vampírica a mordisquear tu febril cuello antediluviano.

   Duele reconocerse mortal. ¿Qué pasa? La indefensa necesidad de tener que salir a encontrarte entre todas las mujeres que en horas bajas me hacen compañía.

   Echo de menos el modo tierno en que te dejabas aplicar mis cuidados paternales hasta cerrar los ojos y entregarte a un profundo sueño mientras yo olía tu cabello y ordenaba tus facciones. La manera espléndida que tenías de licuarte entre mis brazos conociendo el segundo exacto en el que desnudarte del todo sin desprenderte de tus braguitas de encaje.


Ya sabes, una noche no es toda la vida y un sueño no es sólo un sueño.
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