sábado, 31 de mayo de 2014
Insomne certidumbre.
La realidad es a la ficción
lo que el espacio al tiempo:
todo sucede inalterablemente sin
concretar en nada.
El horizonte color té se muere por
conocerte.
No importa tu palabra sino a quién se
la das.
Si vienes a buscar justicia,
has venido al lugar equivocado.Azul cristal.
Aún no distingo las
luces que juzgo tan eternas como el agua y el aire. Se me hace cuento que
Alicia estuviese aquí y ocupara el espacio que Lucía dejó hace meses.
Septiembre era un
cadáver con los ojos abiertos y Alicia apareció con una manzana entera expuesta
a las auroras y lluvias del otoño. Arrastraba todo el barro posible en sus
tacones. Sus ojeras describían la inocencia terrible del amanecer. Sólo
codiciaba lo presente. Era sábado y yacíamos tan exhaustos que cerramos la
casa. No nos unía el amor sino el espanto.
Rendidos, los dos
ansiosos nos tumbamos con las venas abiertas.
El vuelo.
El vuelo de sus
párpados era tan sorprendente como la enigmática interrogación de sus ojeras.
Ambos espectáculos cobraban dimensiones galácticas cuando fumaba. Entre calada
y calada parecía sacada de Mad Men.
Sabía que los
técnicos no ganan ningún partido y que los políticos tenían la misma
credibilidad que un corruptor de menores. Para ella todo lo palpable carecía de
credibilidad y el mundo y sus días eran un mero pasatiempo donde el goce
equivale a supervivir el karma de haber nacido al sur.
A su juicio todo lo
que merecía la pena cabía entre sus manos y mejor viajar ligera de equipaje que
abonarse a posesiones y sentimientos. En términos emotivos resultaba
insobornable.
Contagiaba alegría a
todo lo que tocaba. Irradiaba felicidad en cara poro de su piel. Era puro sexo.
Como el fuego sobre la superficie lunar.
Si me quedo más me
mareo. Es hora de airear la habitación, desarmar la buhardilla, lanzarse a la
calle.
Si no fuera por el morbo hubiéramos caído en marzo.Sí, tus taras y mis
vicios contaron a favor para sobrevivir a base de sexo y drogas cortadas.
El silencio no
existe. Me alivia pensar que Alicia lo sabe. Al igual que afirma, desde que
leyó aquella novela, que la música es la más inútil de las artes biológicamente
hablando, puede mordisquear distraída una manzana verde sin desnudarla de la
pegatina.
Es hora de volver a
la carretera donde circulan el jugador y el ciclista.
viernes, 30 de mayo de 2014
sábado, 24 de mayo de 2014
Documento Nacional de Diferencia (y V)
La desproporcionada influencia del raciocinio, empleado a menudo donde no tiene cabida, nos hace creer una desfachatez el utilizar éticas distintas los sábados por la noche y los domingos por la mañana. También parece que una ideología que sea capaz de dar su brazo a torcer en las ocasiones en las que no resulta imprescindible es una ideología débil, que no se toma en serio las cosas. Esto es, no porque la aceptación de un yo fragmentado conduzca a comportamientos irracionales, sino porque juzgamos con un modelo de racionalidad compacta y unívoca que carece hoy de prestigio y, sobre todo, de utilidad.
Lejos de mí la intención de publicitar el
relativismo, el pensamiento líquido, débil, complejo o cualquiera de esos
intentos peligrosamente chapuceros de establecer un nuevo modelo de racionalidad.
En este caso, con lo que tenemos nos basta: no quiero decir que sea la razón lo
que falla a la hora de juzgar, sino una serie de prejuicios, fruto de la
preponderancia de la religión en el ámbito de la ética durante los últimos
milenios, que tratan de entender al hombre como una coherencia de nivel muy
básico, como un ser cuyos actos deben ser guiados por códigos simples de diez
mandamientos, siete pecados o dos partidos turnistas. Y es verdad que la
tendencia a la economía de pensamiento favorece, en el común de los mortales,
la aceptación de estos esquemas simples. Así nos va: una Historia vergonzosa donde
todo son masacres y penurias, una economía delirante que toma el lugar de los
sujetos ante su propia abulia y una política simplista orientada a las
consignas vacías y la manipulación de masas.
No creo caer en la falacia del término medio cuando afirmo
que, entre la simplicidad extrema de la ética monoteísta, el absolutismo
monárquico y el dogma de fe, por un lado, y la complejidad exagerada y la
imposibilidad de comprender el mundo que propugna parte del pensamiento actual,
por otro, puede existir una racionalidad compleja que supere, sí, el mínimo
establecido por la pereza biológicamente programada en nuestra especie, es
decir, que no se base en un solo paradigma sin peros que valgan. Sin estar descrita en términos binarios, pero sin
alcanzar la peligrosa irracionalidad del posmodernismo.
En los campos, fundamentales para todo lo demás, de
la ética, la conciencia de la propia personalidad y la ideología, alcanzar esa
complejidad racionalmente articulada es la única posibilidad de
“perfeccionamiento personal” que se me ocurre. No hablo de teorías abstrusas e
inaplicables, es tan sencillo como lo siguiente: por ejemplo, en lugar de
contemplarte a ti mismo como algo que aspira a ser en todo momento uno y el
mismo, en lugar de presentarte a los otros con un carácter invariable, predecible,
artificioso, en lugar de cortar todas tus acciones con el mismo patrón,
concíbete como varias cosas distintas, tantas como encuentres en distintos
estados de ánimo y momentos. Admite lo que no te gusta: lo que eres cuando te
enfadas, cuando sientes envidia, cuando tienes celos, cuando estás en plena excitación sexual. Dales nombres, personifícalos, atráelos a ti: cuando alguien te
disguste con algún comentario, en lugar de mostrarte altiva, declárate “Juana la Sensible”, cuando te sientas arder de celos en plena discusión, avisa a tu
pareja de que “ha llegado el Pepito que Teme Perderte”, cuando tu mujer
descubra carmín en tu cuello y no sepas qué responder, encomiéndale la misión a
“Manolo el Taladro de Bragas”…
No consideres a estos personajillos un accidente, un
estado pasajero, un momento sin importancia, una actitud supeditada a tu
“personalidad principal”, algo, en suma, digno de ser borrado de los anales de
la historia. Trata de admitirlos como una genuina manifestación de lo que eres, otro yo tan legítimo como el que florece
cuando estás contento, saciado y sexualmente satisfecho. Verás cómo, poco a
poco, al admitir las partes de ti que antes te desagradaban, al justificarlas y
darles plena acogida en tu seno, comienzan a producir cada vez menos
sufrimiento, las diferencias pierden sentido,
tus fragmentos se desgastan, se abrazan y se relacionan. Habiendo
alcanzado ese punto de relativa aceptación, puedes empezar a elegir de verdad qué
partes quieres potenciar y cuáles disminuir, y de estudiar cómo se comunican. Es
entonces cuando podrás empezar a conversar con aquellas criaturas vergonzosas, aquel ejército de marionetas
cuyas cabezas antaño tratabas de empujar a palazos con una mano mientras con la
otra firmabas cada amanecer un nuevo certificado de defunción.
jueves, 22 de mayo de 2014
Nueva Época (IV)
Imperante,
invocando de la transgresión
la sonoridad humana,
encontró
la voz de una Diosa
que exhalaba
suspiros
de realidad.
Tan lejana
que se hacía infinita,
para sus impostores
de esencias
envenenadas.
Nueva Época (III)
No existes tú,
sanadora
de mi fé
en la manos Teseo.
No existe el aliento
si ahoga
mi cuerpo
en lo profundo
de tu ser.
Ella no es
más que un hecho
de un tiempo
agotado
en la agujas
de un reloj,
que tintinea
a la madrugada
una y otra vez.
martes, 20 de mayo de 2014
Nueva Época (II)
Despierta,
con un nítido
recuerdo
del sueño.
A la deriva,
olvidada
por la lógica
de los espacios
o tiempos.
Sin miedo,
por fin trazó
sus alas
sobre el duelo,
sus alas
sobre el duelo,
y alcanzó ser
quién sueña.
lunes, 19 de mayo de 2014
Nueva época (I)
Imprescindible.
Inoportuna,
como un altercado
en la cumbre
de lo inexplicable,
ella atiende
los ruegos
de una época
iconoclasta
con los mismos vientos
que levantan
su falda.
sábado, 17 de mayo de 2014
Documento Nacional de Diferencia (IV)
Hay que tener una ideología y una ética cuando se va a votar, sí. Hay que tenerlas cuando se va a realizar una labor humanitaria, sí. Hay que tenerlas cuando se va a hacer una encuesta, sí. Hay que tenerlas cuando se tiene una discusión con amistades que resisten una discusión, sí.
Pero ¿hay que tenerla las veinticuatro horas del día
revoloteando sobre nuestra cabeza? ¿Son ellas nuestras herramientas, o somos
nosotros sus herramientas? Vamos a
ver, Ángel de la Guarda: ¿quién está al servicio de quién?
La pretensión de unidad del sujeto es como el
Absoluto, el “desarrollo de la conciencia”, el Conocimiento Verdadero, la
Ciencia Completa, la Ética Objetiva, el Sistema Ideal: es decir, una entelequia
meramente conceptual, concebida tras el traslado al farragoso terreno del
paroxismo de los postulados de nuestra propia razón, postulados que difícilmente podemos cuestionar mediante el ejercicio del puro pensamiento. Nuestra principal baza
para deshacernos de ella es la creciente evidencia empírica que nos conduce a
jubilarla como idea poco práctica y a sustituirla por otra que explique una
mayor cantidad de fenómenos.
Las generalizaciones a que nos conduce la vida real nos sugieren que la contradicción, los impulsos opuestos y enfrentados, los actos gratuitos, siguen sucediendo incluso para los más santos, que nadie parece ser capaz de alcanzar la perfección y que las sombras parecen igualar en cantidad y densidad a las luces. No voy a negar esto, pero, admitiendo que lo contradictorio tiene lugar, que la disparidad es abrumadora, que el yo carece de una unidad fija, de un punto estable, axial, pivotal, tenemos dos opciones: o nos aferramos a una ideología-ética con fiereza, y entonces cometemos pecado mortal por el mero hecho de ir de compras o contemplar un determinado trasero, o bien decidimos que la ideología es necesaria sólo en algunas ocasiones. Probablemente, miraremos el trasero de marras elijamos lo que elijamos.
Las generalizaciones a que nos conduce la vida real nos sugieren que la contradicción, los impulsos opuestos y enfrentados, los actos gratuitos, siguen sucediendo incluso para los más santos, que nadie parece ser capaz de alcanzar la perfección y que las sombras parecen igualar en cantidad y densidad a las luces. No voy a negar esto, pero, admitiendo que lo contradictorio tiene lugar, que la disparidad es abrumadora, que el yo carece de una unidad fija, de un punto estable, axial, pivotal, tenemos dos opciones: o nos aferramos a una ideología-ética con fiereza, y entonces cometemos pecado mortal por el mero hecho de ir de compras o contemplar un determinado trasero, o bien decidimos que la ideología es necesaria sólo en algunas ocasiones. Probablemente, miraremos el trasero de marras elijamos lo que elijamos.
La primera opción, la de adscribirse a una
personalidad definida con un código definido, que exigen completo seguimiento y coherencia personal, conduce, como hemos visto, a que
cuando la pasión, la pulsión, el instinto, el sueño, el desliz conduzcan a la
contradicción, no seamos nosotros los que la provoquemos, sino que seamos
provocados por ellos. Por el contrario, quien acepta un yo inconcluso, quien no
aspira a la unidad y admite de buen grado lo irresuelto y múltiple de la propia
interioridad, puede llegar a decidir mejor cómo manejar sus representaciones
contradictorias. Al fragmentarse, alcanza la armonía.
¿Cómo lo consigue? Muy sencillo: al admitir sus
puntos flacos, no le pillan tan de improviso. También, es cierto, puede
perderse el sujeto “fragmentado” en el emerger descontrolado de su pura
fragmentación, pero, con un poco de tenacidad, puede aprender a controlar sus
máscaras, a jugar con sus distintos yos, a meterse en la piel del otro y
escuchar sus ideas con mayor claridad, sin por ello abandonar la pretensión de atenerse
a una ética o una ideología concreta cuando sea preciso.
martes, 13 de mayo de 2014
Espejo (I)
Lejos, lejos, lejos
del cristal
hay un reflejo
demasiado distante,
muchos dicen
que soy yo.
No les creo,
nunca he sido ese
ni cuando amé.
Sobre mi cognición
Hablan lentos
en sus almas
muertas
para decirme
dónde me encuentro.
domingo, 11 de mayo de 2014
Expectativas (I)
Retroceder al eterno retorno constituye, sobre una realidad creciente, un intento de fuga como otro cualquiera sobre un concierto con la abulia de nuestra comunidad. Organizar la existencia se hace un trabajo arduo por las sendas del perdedor en lo que respecta a una visión pesimista del mundo dónde nos aferramos. ¿Puede un sistema albergar otro cuyo mecanismo incide desproporcionalmente sobre las reglas del juego? Concierne esto una visión contemplativa de un organismo que en sus vísceras se rige con unas normas independientes. ¿Puede un ser humano ser feliz si considera por tanto que la función y el fin de su existencia corresponde a una expectativa alejada de si mismo? Es por tanto el sujeto un humilde en cubierta, cuando aparenta ser el centro de una fiesta dónde ni siquiera recibió invitación alguna. Una correlación de billetes sin premiar que esperan ser cobrados.
Documento Nacional de Diferencia (III)
Creo en las “buenas intenciones” de Fidel Castro, y en las de Mao, y en las de Franco. Por supuesto, el narcisismo siempre anda entreverado en cualquier carrera meteórica, pero no dudo que en su consciencia primaran sus altos fines (sean loables o no para nosotros). Tampoco puedo reducirlo todo a la enfermedad mental o la inestabilidad emocional, aunque es verdad que tienden a ser buenos alicientes para escalar hasta lo más alto. Todas estas explicaciones comunes, me parece, obvian lo esencial: las malas prácticas de esos dictadores se deben, ante todo, a que obedecían a pies juntillas sus ideales, más que a que en secreto renegaran de ellos. Que persiguieran a sus oponentes políticos era contemplado, por sus ideales, como un mal necesario. Que vivieran a cuerpo de rey mientras el pueblo se comía la corteza de los árboles era visto, por los ideales, como una retribución por su sin duda agotadora labor. Que sólo ellos pudieran acceder sin buscarse problemas a los libros prohibidos o la prensa internacional, era por el bien del pueblo. Puede que, en la práctica, sus ideales y sus hábitos entraran en contradicción, pero créanme cuando les digo que ellos, en su delirante cosmos mental, no concedían la suficiente relevancia a esa paradoja (si es que llegaban a percatarse de ella). Porque juzgarlo todo desde fuera siempre es demasiado fácil, pero una vez se está dentro y se es preso de una visión del mundo, hay cosas que el propio fanatismo, y no el cinismo o el descreimiento, hace muy difícil ver.
No quiero decir que en la vida no existan oportunistas y personas sin moral, y no me quiero meter en una valoración individual
de cada uno de los múltiples y variados corruptos que defecan sobre nosotros,
pero creo que la propia ideología se presta, de por sí, a permitir
comportamientos que van en su contra. Y que cuanto más fanático es uno, más se asila
en la indulgencia, al perder su juicio cualquier punto de vista externo o contrario
al suyo propio.
Son los peligros de la pretensión de unidad del yo de la que hablábamos,
y aunque los hayamos aplicados a casos de escala dramática y con millones de
bajas a sus espaldas, se pueden aplicar en cualquier ámbito en el que posemos
nuestra mirada. También una personita humilde que nunca tuvo oportunidad de traspapelar
un sobre sufre, en su pequeño mundo, cuando contradice el código ético que ha
decidido seguir; también un pecador irredento ha de reconocer, si lo piensa
bien, que vaya tela con lo suyo, que no tiene remedio. Ambos reconocen, porque
es lo razonable, que lo óptimo es lograr la integridad, la unidad, la
confluencia de todas las manifestaciones de la propia esencia, y quizás admiren
a quien cree que lo ha conseguido, sin percatarse de que, precisamente, persiguen el virus y no la vacuna.
sábado, 10 de mayo de 2014
Ex-changes
Fui tu excusa de cera
tu tiempo perdido
en las cartas marcadas
donde te dio por jugar.
Fue una colección
de vicios y arañazos
destapados en la intimidad.
Ahora giras con tu traje nuevo
sin las horas de mi reloj,
ya no tocas el suelo
Vuelas alto,
Bailas lejos,
Has bebido del elixir
el antifaz de ayer
para olvidar la isla
del naufragio
una y otra vez.
Y en la distancia,
oigo lejos en tu compás
el escudo de la melodía
a nuestro viejo altar
ahogado en la arena
junto al nicho de nuestros cuerpos,
dónde sepultar
los restos de nuestro olvido
si retumban
en la sinestesia
de nuestro golpe maestro
domingo, 4 de mayo de 2014
Documento Nacional de Diferencia (II)
Cuando investigamos la historia de los grandes héroes, de los prohombres y mártires de los últimos siglos (pues la tradición se ha encargado de borrar los aspectos vergonzosos de los que son demasiado antiguos), descubrimos que casi siempre hay, digamos, colada por lavar. Con frecuencia el joven revolucionario fervoroso acaba fusilando a sus oponentes políticos. A menudo el político que parecía actuar por puros ideales acaba de asesor de multimillonarios. Usualmente el sindicato desarrolla una tripa más voraz que lo que su bolsillo privado le puede costear. No es raro que el gurú de la conciencia les abra a sus alumnas algo más que la mente, ni que el ministro de la religión vea más la paja en la mano ajena que la viga en la propia.
¿Cuál es el problema de fondo? ¿Por qué tenemos esa impresión
de que, invariablemente, el poder corrompe los ideales? ¿Por qué esa ominosa
sensación de que, con tanto especialista en historia o filosofía política en
paro, nuestros políticos, si no eran ya de profesión hombres de negocios o expertos
en los rincones oscuros del derecho, lo acaban siendo? ¿Por qué es tan raro que
una persona, unas ideas, una utopía aupadas por su notoriedad moral no acaben
desilusionando a sus defensores, salvo por un grupo de fanáticos que harán la
vista gorda ante el pez gordo?
Son, a mi ver, efectos secundarios de la pretensión
de unidad. Estamos surcados por pasiones, pulsiones, instintos, estados de
ánimo contradictorios, como un cielo está surcado por nubes. Si lanzamos una
fuerte corriente de viento (como puede ser cualquier ideología, ética o sistema
de pensamiento) que ahuyente a las nubes que no nos interesan, éstas no se
disolverán: cambiarán de rumbo, desaparecerán de la vista, pero lloverán
igualmente. Con la diferencia de que nunca advertiremos de antemano cuándo ni
dónde lo harán. Sin darnos cuenta, de repente nuestra pretensión de unidad se
verá quebrada por algo que proviene de un sitio que nuestro muro ideológico nos
impide identificar. Si somos lo suficientemente cabezotas como para no cuestionarnos
nada pese a todo, disculparemos lo sucedido pero, al reafirmarnos en nuestra
opinión, seremos incapaces de establecer barreras o soluciones para que no
vuelva a pasar el troyano de paisano. A partir de entonces, tendremos un grave problema: nuestro
vicio, pequeño o grande, se volverá una constante recurrente, porque nuestra
ideología o ética le habrá aplicado categorías superficiales e indulgentes: no nos
hemos molestado en investigar de dónde provenía.
Me resulta difícil saldar, como hacen algunos, los
excesos de muchos poderosos diciendo que eran unos aprovechados, unos
arribistas. “El gurú que lleva desde la infancia buscando respuestas a la vida, y en cuya vejez se le conocen
algunos deslices infamantes, era un charlatán y punto”. “El revolucionario que
se jugó la vida lo hizo por mero afán de notoriedad personal, y no creía en lo
que hacía”. “El político que lleva toda la vida luchando en la oposición más marginal, si consigue por algún golpe de suerte llegar a la presidencia, nos demostrará por enésima vez que todos van a por la pasta”. Esta clase de
reduccionismo hacia la mala voluntad no explica suficientemente por qué hay un
contraste tan grande entre los años formativos del sujeto y su posterior
práctica, y me parece una excusa barata que ofrecer ante cualquier caso que se tercie sin calentarse
mucho los cascos.
viernes, 2 de mayo de 2014
Metalenguaje
Yo nací rabiando con los cuatro males de la brujería.
No sé cómo vino el veneno a mí.
Yo nací a finales del siglo XX,
yo tuve el arte de la guerra.
El secreto bien guardado
de las manos de cristo.
jueves, 1 de mayo de 2014
Metalenguaje
Mira entre los espacios de la madera
el cuerpo de una mujerona de veinte
que ha venido a bañarse al rió,
o a secar su pelo con el calor del Domingo.
Quizás para satisfacer tus deseos
y los de quien le acribilla.
La Décima.
En aquel momento
irrisorio se te desató una estruendosa
carcajada ante mis recurrentes
bufonerías 'fashionísticas'.
En el arte de la
disipación el bufón asperger es el rey. Por eso la fama es un trozo de nada que
el artista agarra al vuelo sin saber por qué.
Verdaderamente la
cavidad teocéntrica para el subjuntivo errante de mi trasnochado cante fuiste tú.
Eres el ángel de la
aritmética de las cosas.
El sabor de tu semen
es el sabor de tu alma.
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