El vuelo de sus
párpados era tan sorprendente como la enigmática interrogación de sus ojeras.
Ambos espectáculos cobraban dimensiones galácticas cuando fumaba. Entre calada
y calada parecía sacada de Mad Men.
Sabía que los
técnicos no ganan ningún partido y que los políticos tenían la misma
credibilidad que un corruptor de menores. Para ella todo lo palpable carecía de
credibilidad y el mundo y sus días eran un mero pasatiempo donde el goce
equivale a supervivir el karma de haber nacido al sur.
A su juicio todo lo
que merecía la pena cabía entre sus manos y mejor viajar ligera de equipaje que
abonarse a posesiones y sentimientos. En términos emotivos resultaba
insobornable.
Contagiaba alegría a
todo lo que tocaba. Irradiaba felicidad en cara poro de su piel. Era puro sexo.