No existes tú,
sanadora
de mi fé
en la manos Teseo.
No existe el aliento
si ahoga
mi cuerpo
en lo profundo
de tu ser.
Ella no es
más que un hecho
de un tiempo
agotado
en la agujas
de un reloj,
que tintinea
a la madrugada
una y otra vez.
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