Viajamos hacia el centro de nosotros
mismos.
Vivimos en las ciudades y somos el
latido de sus impulsos.
Estar conteto es un delito.
Soñar está prácticamente prohibido.
Hoy el rock vuelve a estar perseguido.
La felicidad es compartir una jarra de
cerveza contigo
en alguna terraza húmeda
esquiva a los 40 grados que nos
empapa.
Me hiciste aprender
que tanta solemnidad no sirve para
nada,
que mejor vivir en una canción de Tame Impala
que buscar el anverso zurdo de un
verso diestro,
que mola hacer tonterías y decir
majaradas
y que el mundo necesita hombres
objetos.
La mezcla de mi sudor y tu saliva
es el mayor sicotrópico que he tomado.
Acostumbrado
a escapar de la realidad
a base de drogas blandas y mujeres
duras,
fuiste la pirotecnia
de una noche imposible
que duró lo suficiente
para prolongar tu esplendor
sin extinguirte.
No sé cuántas canciones parirás
pero sí sé que valió la pena
morir a tus pies,
diosa del sexo oral.