Entre replicantes y
héroes caducos aún espero oír el rugido del tigre de jade.
Estamos en un tiempo
donde el ser humano anda buscando un clavo ardiendo donde agarrarse.
Estoy asqueado de
tantos predicadores de la verdad absoluta, tantos sectarios votantes de Podemos, tantos lameculos, tantos ateos.
Creo que al alcanzar
la madurez en edad, gobierno y razón me he ganado a pulso abandonar la
mediocridad reinante. Cuestión de meritocracia. Por supuesto que no he estado
en los cuatro avatares de la posmodernidad pero sí que contribuí a propagar la
pólvora.
Cuando fuimos los
mejores los relojes no existían y una canción era todo con lo que medíamos el
tiempo. Cuando fuimos los mejores nos mirábamos a los ojos y el resto era
silencio.
Luego el destino nos
fue alejando a medida que comprendíamos que la vida nos separa. Los excesos y
el miedo a la soledad nos enseñaron que en la vida de todo hombre notorio debe haber groupies
pero sobre todo modelos y actrices. Es cierto que, a veces, actrices y modelos
marcan el momento en el que un hombre notorio deja de serlo.
Por ahí, aún no sé
qué querías decir comparándonos con Dalí-Gala. Yo no buscaba a ninguna Peggy Guggenheim
sino frivolidad y cocaína.
Releo 4 de octubre en Landmark Hotel de
Benjamín Prado y pienso que tu boca es un prodigio de la humedad y que tu
tristeza se merece un disco de ruptura al viejo estilo.
Gracias por ser tan
puta.
P.D.: Reina, no esperes cobrar ni un solo céntimo en derechos de autor.