jueves, 27 de noviembre de 2014

Arrebatarles las llaves a los carceleros.






  Escurrir el bulto, salirse por la tangente, es un arte. Recuerden al clásico: "cuando estés débil que el enemigo crea que estás fuerte, cuando estás fuerte que el enemigo crea que estés débil".

El deber de todo samurái sicomágico es consumar la tradición sin llevarla a cuestas como una pesada carga. Ninguna sagrada escritura habla por sí sola: el gnóstico desempeña el desembarazo de laberintos y tabúes para ecualizar el sonido de sus laúdes.

La creencia es algo más que un salto al vacío. Ésta se nos antoja un abrigo para el frío existencial y, también, una claraboya donde asirnos del fluido virtual.


Así pues, el creyente sicomágico  experimentará su ejercicio e introspección en lo cotidiano hasta iluminarse y, al fin, llegar a la ciudad celeste si venturosa y digna es su alma.


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